Antes de entrar en temas más complejos del yoga, quiero contaros un poco sobre mí y cómo empezó este camino que hoy forma parte esencial de mi vida.
Si no hubiera encontrado el yoga, probablemente hoy estaría en una situación física complicada, además de haber pasado por momentos de crisis depresiva. Comparto esto porque quiero que sepáis que no soy una persona perfecta ni con un pasado “ideal”: como tod@s, he atravesado dificultades y aprendizajes.
Tenía 19 años cuando, junto a una amiga, comencé a asistir a clases de yoga por las tardes, una o dos veces por semana, en una escuela de mi ciudad. Lo que empezó como una experiencia compartida con mi amiga pronto se transformó en un descubrimiento profundo conmigo misma y con mi cuerpo. Esa práctica me acompañó durante dos años, hasta que la profesora dejó de dar las clases.
Más adelante, al mudarme con mi pareja a una casa ocupada que compartíamos con otras personas, viví un periodo muy intenso, de activismo, viajes, fiestas y también de excesos. Fue una etapa de búsqueda y de experiencias, donde pasaron por mi vida muchas personas. Entre ellas, alguien muy especial: Gatto (Máximo), como todos lo llamaban.
Él no era indio ni venía del Himalaya, pero se había entregado profundamente al yoga y a su filosofía. Puedo decir con certeza que fue mi maestro, un verdadero guía. Su vida no había sido fácil, pero en su rostro brillaba siempre una sonrisa luminosa y una bondad enorme. Con él medité, aprendí a vivir sin miedo y a enfrentar las dificultades con coraje. Siempre me repetía: “Yoga, Ari… por cualquier cosa, yoga”. Nuestra amistad duró unos 7 años, y aunque la vida nos separó, siempre lo recordaré con gratitud.
Gracias a su inspiración, años más tarde retomé mi práctica con más fuerza. En 2015 decidí formarme como profesora para poder compartir lo aprendido con los demás. Desde entonces he seguido formándome, perfeccionando mi práctica y alimentando mi curiosidad. Empecé dando sustituciones, luego creé mis propias clases, y a pesar de la pandemia, hoy sigo adelante con alumn@s fieles y con la ilusión de seguir creciendo y expandiendo este camino.
El yoga me ha enseñado que la vida está en constante movimiento, como las olas del mar: nunca permanece igual, siempre cambia. Mi motivación y mi visión siguen firmes, y estoy convencida de que cada paso, cada persona y cada experiencia forman parte de este viaje infinito.
🙏 Namasté