Permanecer en equilibrio —ya sea sobre un pie o apoyad@s en las manos— representa para much@s de nosotr@s un gran reto. La sensación de sostener el cuerpo por algunos segundos o minutos en una postura poco habitual puede resultar incómoda e inestable. Sin embargo, la curiosidad y el deseo de superarnos nos llevan a intentarlo una y otra vez, hasta encontrar ese instante mágico en el que mente y cuerpo se alinean… y el equilibrio aparece.
Lo que ocurre es que estamos viviendo una experiencia muy distinta a la habitual. Nuestro cuerpo está acostumbrado a caminar sobre dos pies, no sobre uno solo ni mucho menos sobre las manos. Por eso, cuando estas posturas aparecen en una clase de yoga, nos confrontan con algo nuevo. Y aunque al principio puedan parecernos difíciles o extrañas, están allí para enseñarnos y para invitarnos a explorar nuestras posibilidades.
Con la guía adecuada de la maestra o del maestro, llega el momento en que comprendemos el asana y conseguimos sostenerlo. Y entonces descubrimos que estas posturas no solo entrenan el cuerpo, sino que también generan un efecto boomerang: vuelven a nosotr@s en forma de equilibrio emocional.
El yoga nos enseña que el trabajo físico y el trabajo interior van de la mano. Al mantener una postura de equilibrio, no solo fortalecemos músculos específicos y mejoramos la estabilidad corporal, sino que también cultivamos concentración, paciencia, calma y presencia en el aquí y ahora. Estos beneficios se trasladan a la vida diaria, ayudándonos a manejar emociones intensas como la ansiedad, el miedo o la tristeza.
Por eso en las clases de yoga para niñ@s, muchas veces se incluyen juegos con posturas de equilibrio acompañados de cantos o dibujos. A través del juego, los más pequeños aprenden a reconocer sus emociones, a disfrutar del momento y a expresarse de manera saludable.
En el caso de l@s adult@s, los beneficios son igualmente profundos:
Mayor concentración y atención plena.
Reducción de la ansiedad y el estrés.
Cultivo de la paciencia y la ecuanimidad.
Mejora de la postura, la fuerza y la estabilidad corporal.
La clave está en la práctica constante. Cada asana tiene su manera de entrar y salir, y requiere activar determinados músculos para sostener la postura. Quien practica con asiduidad aprende, poco a poco, a encontrar ese equilibrio desde la calma y la concentración.
Un consejo: una vez que descubras la fuerza y la serenidad que se despiertan en ti gracias a estas posturas, no dejes de practicarlas. Una clase de yoga completa debería incluir siempre una o varias asanas de equilibrio, porque son esenciales para el desarrollo físico, mental y espiritual.
Así que, si aún no has probado el yoga, quizás este sea el momento. No lo pienses demasiado: regálate la oportunidad de experimentar el juego del equilibrio. 🌸
🙏 Namasté
Me gusta Ari, conectar equilibrio y emociones es muy importante ;-)
ResponderEliminarSí lo es!. ¡Gracias a ti por tu comento!
EliminarRealmente para hacer los equilibrios debes estar calmada y concentrada en lo que haces, sinó no sale nada y te caes...para mi es un auténtico reto.
ResponderEliminarAsí es Gemma con la calma se puede conseguir esa estabilidad, el recto es permanecer, pero también es encontrar esa fórmula para poder partir con tranquilidad, sin prisa.
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